domingo, 30 de agosto de 2009

Capítulo 4, ''La décimo tercera Valquiria''

¡Aquí tenéis el Capítulo 4!Sé que he tardado mucho en ponerlo,pero como soy mala y cruel os he echo esperar un poquito...;-)


-''Confía siempre en tu corazón ''…-susurro.
-¿Qué? ¿De qué hablas?-me pregunta Alexander, aunque yo no estoy segura de poderle responder. Le miro, y por primera vez le veo sorprendido por mis lágrimas.
-Alex...es la espada de mi madre.
Él frunce el ceño y se acerca a mirar.
-¿Te llamas como tu madre?
Yo asiento con la cabeza, secándome las lágrimas.
-El dueño de este lugar…-balbuceo, sin poder apenas articular palabra-Seguramente le mató…o cualquier demonio de aquí…
Toso. Entonces, Alex me rodea los hombros con un brazo, y me atrae hacia sí. Es la primera vez que un demonio me abraza, pero hace más de mil años que no siento contacto con nadie. A pesar de que entre Valquirias nos ayudamos mutuamente, Ozkora y yo nunca nos hemos tocado, ni un abrazo siquiera. Desde que murieron mis padres, he estado sola. Le devuelvo el abrazo a Alex, que está completamente serio, y empiezo un sollozo silencioso, el primero desde hace mil años.
Soy lo suficientemente Valquiria como para que una parte de mí quiera apartarse de ese abrazo y lo suficientemente humana como para desearlo más que a nada en este mundo.
-¿Eras joven cuando la perdiste?-me pregunta él.
Yo asiento de nuevo, moviendo la cabeza.
-Cincuenta y siete-respondo.
Creo que le sorprende, pero no estoy segura, porque no le veo la cara.
Me limpio las lágrimas con la manga, y me separo de él.
-Vamos. Debemos coger mi espada e irnos.
Alex no me responde. Se agacha junto a la vitrina de mi espada e inspecciona la cerradura, que es una pantallita para la huella dactilar y botones con números del uno al nueve. Después de mirarla varios segundos, desenvaina su espada. No se anda con miramientos: la destruye. Le miro.
-¿Por qué no rompes la vitrina en vez de romper la cerradura? Más rápido y eficaz, ¿no?
-Ya, pero ¿y si tiene un dispositivo de seguridad y nos delatan?
Desgraciadamente, hasta la cerradura tiene uno…solo que silencioso. Por eso no nos damos cuenta de que lo tiene hasta que llegan diez humanos y 5 demonios, que nos rodean en la estancia.
-¡Rápido, coge la espada! –me grita Alexander. Obedezco al instante, y veo cómo él empieza a luchar contra dos demonios a la vez. Temo que no lo consiga. La verdad es que yo no estoy en condiciones de pelear, y menos contra tantos demonios. Pero cojo mi espada, y me enzarzo en nuestro intento de salir de aquí con vida. Me muevo todo lo rápido que puedo, esquivando ataques y embistiendo contra nuestros enemigos. Con los humanos no tengo problema, todos caen bajo mi espada. Pero los demonios…bueno, hay alguno que otro que no llega al centenario, jóvenes e inexpertos, pero fuertes y vivaces. Cuatro humanos y dos demonios jóvenes no sobreviven contra mí. De los demás se encarga Alexander. Él y yo sonreímos. Sin embargo, creo que ha sido demasiado...fácil… ¿no? Bueno, todos eran o humanos o demonios jóvenes con solo unos pocos cientos de años, pero…me extraña que para la seguridad de las espadas conquistadas hayan escogido soldados tan…débiles.

Salimos de la habitación, intentando no llamar mucho la atención.
Se me ocurre una idea.
-Oye-le digo a Alexander-, ¿por qué no adoptas tu forma inmaterial? Así, por lo menos los humanos no podrían verte.
Alexander me mira con esa forma tan peculiar, embobado, pensativo (esa forma de mirar que odio tanto). Me mira triste, y la verdad es que es el primer demonio que no es frío y distante, sino que mira y siente como los humanos o las Valquirias…Él vuelve a la realidad.
-Digamos que es más difícil para mí hacer eso. No lo pienses mucho. Es, simplemente, que no puedo, y ya está. Vamos, salgamos de aquí.
No pregunto más. Creo que tiene razón, así que lo mejor es no sacar más el tema.
Salimos de la habitación, y de repente, Alexander ahoga un grito, conteniendo la respiración. Me vuelvo hacia él, y la verdad es que me gustaría no haberlo hecho.
Porque otro demonio atraviesa a Alexander con una espada y éste cae al suelo, herido.
-¡Alexander!-chillo, sin poder evitarlo. Me doy cuenta que quien le ha atacado es Darvat.
Sin embargo, el demonio no parece satisfecho. Se acerca a mí con su espada, amenazante.
Estoy apunto de desenvainar mi espada, pero me quedo atrás. Otra espada le atraviesa.
Su rostro inerte me mira, sorprendido, antes de caer al suelo, completamente muerto.
No me molesto en mirar quién me ha salvado. Me arrodillo junto Alexander y examino su herida.
-Oh, por el poderoso Odín…-musito con un hilo de voz.
Le tomo el pulso…está vivo, pero apenas respira.
El asesino de Darvat se arrodilla también, a mi lado.
-¿He llegado tarde?-su voz es suave, voz femenina, una voz encantadora.
Me muerdo el labio inferior, sin escucharla apenas, sin mirarla. De nuevo, mis ojos se llenan de lágrimas, y en mi mente se forma una oración valquírica, que recito sin hablar, y rezo para que se salve.
Me vuelvo hacia ella.
-¿Quién eres?-le pregunto. Tampoco es que me interese mucho.
-Eso no importa ahora-me contesta ella-. ¿Respira?
-Sí, pero…
Me quedo muda de asombro cuando ella extiende sus manos y las coloca justo por encima de la herida de Alexander, sin llegar a tocarla. Y entonces, sus manos brillan, y la herida empieza a sanar. Quedo boquiabierta.
Alexander abre los ojos y se incorpora de golpe, respirando una bocanada de aire.
Como siempre, no puedo evitarlo. Digo en mi defensa que soy muy sensible, y hacía tiempo que no sentía ni tenía tantas emociones. Me abalanzo sobre él y le abrazo con fuerza. Él me devuelve el abrazo.
-Yo…pensé que no…-tartamudeo. (¡Menuda impresión estoy dando…!)
-Sshhh…lo sé. Tranquila.
Me separo de él y miro a su salvadora.
-No sé quién eres, pero…-le digo, pensando para mí misma lo mucho que le agradezco que le haya salvado-Gracias.
Ella me sonríe, y por primera vez desde que llegó, me fijo más en cómo es. Tiene los ojos azules, rubia, pelo largo y ligeramente rizado por las puntas. Ella y Alexander se quedan mirando.
-¿Quién eres?-le pregunta él,al igual que yo.
-Lo único que puedo deciros-contesta ella, levantándose-es mi nombre. Me llamo Alice.
Alex y yo también nos levantamos. Supongo que lo menos que puedo hacer es decirle mi nombre:
-Yo me llamo…
-Éthara-me interrumpe. ¿Por qué todo el mundo sabe mi nombre antes de decírselo yo?-He oído hablar de ti. Vamos, tengo que sacaros de aquí.
La verdad es que ella tiene algo…no sé, algo extraño. Algo diferente. Pero no me preocupa. Ahora mismo lo único que me alegra es que Alex está vivo.
Viste con una túnica blanca, completamente lisa, sencilla, una preciosidad. Sus pies descalzos, de piel blanquecina,acarician más el suelo que pisarlo. En su brazo resalta a la vista un brazalete de oro.
Por el camino nos vamos encontrando a algún que otro humano o demonio, pero Alice los abate con su espada. No hay problema, porque (hay que admitirlo) es bastante buena peleando, y también muy buena persona. No sé por qué, pero me recuerda a algo o a alguien…
Bah, da igual. Esa no es la cuestión.
De pronto, me doy cuenta de una cosa. No estamos saliendo de aquí.
¡Estamos entrando! En medio de una lucha contra unos de demonios, voy hacia Alice.
-¿Qué estamos haciendo?-exclamo,alzando mi voz por encima del ruido del choque de espadas y gritos agónicos de dolor-¡No estamos saliendo!
-¿Tú no eras quien debía salvar a Odín y a su hijo?
Me quedo un poco sorprendida. Casi había olvidado mi misión.
-Ya, pero…
-¡Cuidado!
Un demonio me embiste por detrás. Por suerte, y gracias al aviso, logro esquivarlo y clavarle mi espada en la espalda. El demonio cae muerto a mis pies.
No hago más preguntas. Creo que lo que me ha dicho es suficiente. Si ella tiene las ideas más claras que yo, mejor. ¡No hay problema!
Vamos dejando atrás decenas de cadáveres de demonios y humanos, en los que, de vez en cuando, hay una chica. Por fin caminamos por un largo pasillo, tranquilos; todo silencioso. En ese momento Alice da un respingo y se da en la frente con la palma de la mano.
-¡Casi se me olvidaba!-exclama, mirándome.
Se acerca a mí y alza las manos, hasta la herida que produjo Aszarok en mi costado antes de morir. Noto cómo la herida comienza a sanar tras un brillo, debajo de la sangrienta venda.
-Caray…-musito, maravillada.
Ella sonríe; supongo que esta acostumbrada a que todo el mundo se sorprenda por sus habilidades curativas. Yo me quito la venda y las mangas de la camisa de Alex, ya inservibles y empapadas en sangre.
-¿Cómo puedes…?-pregunto, o intento preguntar, parpadeando perpleja.
Su sonrisa se hace más amplia a medida que vamos andando.
-¿Que cómo puedo hacerlo?-termina mi pregunta-Pues…es difícil de explicar. Antiguamente las Valquirias llevaban al Valhalla a los heroicos caídos en la batalla y allí los curaban deleitándolos con su belleza, ¿no? Pues digamos que yo soy una especie de Valquiria curandera pero sin Valhalla.
Buenooo…no se ha explicado del todo bien, pero…más o menos, se le ha entendido.
En fin…continuamos nuestro ''paseo'' silenciosamente, hasta que noto la mirada de Alexander posada en Alice, con gesto pensativo, como cuando se me queda mirando a mí. Me pica la curiosidad, así que retrocedo y me pongo a su lado.
-¿Ocurre algo?-le susurro.
-No, pero…-titubea-No sé, me recuerda a alguien…
-O a algo-asiento-. Sí, a mí también. ¿Quién crees que puede ser?
Él se rasca la barbilla, meditando.
-No tengo ni idea-admite finalmente-. Pero tranquila, lo averiguaremos.
Satisfecha con la contestación, me vuelvo a adelantar unos pasos hasta llegar junto a Alice.
-¿Algún problema?-me pregunta, un tanto nerviosa.
Me apresuro a sonreír y a contestar lo más tranquila posible:
-Em…no, no, ¡todo va de maravilla!
Ella parece contenta con mi respuesta.
Qué mala soy mintiendo. ¿''Todo va de maravilla''? Soy pésima en lo que más tengo que poner en práctica.
Por fin llegamos hasta una enorme puerta de hierro, oxidada e increíblemente vieja. Pero Alice desenvaina su espada y la rompe de un solo golpe. Por cierto…¿por qué tiene ella una espada? Cierto es que no me preocupa. Más adelante lo sabré.
Así que traspasamos la puerta, ahora destrozada. Nada más entrar por ella, nos recibe un estrecho espacio oscuro, lleno de telarañas, como en las películas de miedo. Un escalofrío me recorre la espalda.
-¿Dónde estamos?-me atrevo a preguntar.
Ella obtiene un gesto y posición solemne, como recordando algo importante.
-En las mazmorras-me contesta.
-¿Y a qué hemos venido?
Ella me mira como si yo fuera tonta. Ah. Ya. Me contesta de la única forma que se podía responder:
-A sacar de aquí a Thor, por supuesto.
Me empiezo a imaginar a Thor. En muchas historias de cómics, se describe a Thor como el gran superhéroe de Marvel, Dios del Trueno, creado por Jack Kirby y Stan Lee. Se supone que viste con el típico traje de superhéroe, con (cómo no) cinturón mágico y su martillo eléctrico. Domina el clima, así como el rayo, o la tormenta. Muy poderoso, según dicen, de melena rubia y corpulento. Pero, ¿cómo será en realidad? No sé si quiero descubrirlo, la verdad.
Es difícil de explicar. Conocer a un Dios…es demasiado.
Pero ya no hay marcha atrás. Acepté hacer esto, y lo voy a hacer. Así que avanzamos por las pequeñas cárceles, todas solitarias, u ocupadas por los cadáveres mugrientos de antiguos presos, ya olvidados, que nadie quiso recoger.
Alice nos conduce hasta una celda, que no parece diferente a las demás. Desenvaina la espada y rompe la cerradura con un estruendoso repiqueteo del candado estropeado contra el suelo. Yo, entonces, recuerdo lo que me dijo Alexander mucho antes, y es que podrían habernos detectado con ese gesto.Él advierte mi mirada de preocupación, pero se encoge de hombros.
-No importa-me tranquiliza-. Seguro que ya nos tienen localizados...quizá hasta nos deben estar esperando.
Así que entramos en la celda. Está todo oscuro, así que no consigo ver a ningún Thor.
Alice no se anda con miramientos.
-¡Thor!-grita-¡Sal de donde estés! Hemos venido a sacarte de aquí.
Una voz ronca le responde fríamente:
-¿Quién eres?
Y a pesar de que tanto Alice como yo sabemos que no le hará caso, ella sigue intentándolo.
-Soy…-traga saliva, incómoda; es la quinta vez que alguien le hace la misma pregunta-Una amiga.
La voz se ríe.
-¿Una amiga?-repite, burlona-¿Sabes acaso cuántas personas me han dicho eso y luego me han traicionado?
Sacudo la cabeza. ¿Cómo puede ser tan arrogante? Vale, está en su derecho, le han encerrado aquí aún siendo un Dios, pero…Me adelanto unos pasos.
-Mi señor-comienzo a hablar, decidida-. Me llamo Éthara, y fue su mismísima madre fue quien me encomendó la tarea de rescatarle. Su padre, Odín, está enfermo debido a un mortal virus que puede acabar con su vida. He sido herida y curada por una completa desconocida que aún así me está ayudando. He sido raptada y atada entre serpientes, que como usted bien sabe, es el animal que más odiamos las Valquirias. He llegado incluso a recurrir a la ayuda de mi mayor enemigo, un demonio, y teniendo en cuenta que soy una Valquiria, ¿no cree usted que debería confiar en mí? De cualquier modo, pido disculpas porque haya tenido que pasar aquí todo este tiempo.
La voz no responde. (¿Me habré pasado con el discurso?)
-¿Mi señor…?-me atrevo a decir.
Al fin, la voz contesta, y su portador se muestra a la luz:
-Hacía tiempo que nadie me llamaba como ''usted''-bromea- Gracias, Éthara.
¡Bien! Thor no se muestra muy diferente a como lo nombran: rubio, ojos claros, expresión dura y facciones rudas. Me equivoqué en cuanto a la ropa; viste con una camisa totalmente normal, gris, y unos pantalones negros, que también pasarían como normales de no ser por los jirones de lo que en un momento fue su ropa y su camisa manchada y completamente rota. Al levantarse intenta ponerse un poco mejor sus ropas totalmente desgarradas y viejas.


Por primera vez, tengo delante de mí a un Dios.

Espero sinceramente que os haya gustado.

Saludos,

*Almalual.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Capítulo 3:''La décimo tercera Valquiria''

Aquí tenéis el siguiente capítulo...



Mientras, en otro lugar del mundo, el gran producto de los problemas de Éthara se da la vuelta para mirar a su esclavizado y temeroso lacayo. Un simple demonio menor, claro, que ha perdido la gran parte de sus poderes. Lo que, entre los demonios, se dice ``algo totalmente inútil ´´.
Lo mira con desdén y desprecio, y apenas le escucha cuando éste se atreve a hablar.
-Mi señor...-murmura el lacayo-¿Está seguro de que el plan funcionará? Aunque esté herida... ¿no cree que podría darse cuenta?
El poderoso vuelve a mirarlo, con un gesto de asco y con una nota de amenaza en su voz.
-Fharkot... ¿Acaso dudas, por poco que sea, que yo, fracasaría?
-Yo...yo...mi señor, yo no quise...-tartamudeó Fharkot, sintiendo que la mirada de su amo le desintegraría-Señor, yo no quise...decir eso.
El poderoso problemático se da la vuelta de nuevo para darle la espalda a su mugriento esclavo.
-Fharkot, Fharkot...esa estúpida Valquiria no sabe lo que le espera. Si se entromete en mis planes...su sangre será manjar para mí...Éthara, tus días están contados...hija de Odín.
Y allí, bajo la luz de la luna llena, que se filtraba por la persiana de la ventana, clara y pura, siguió maquinando su plan como si solo se le hubiera concebido la vida para ello.



Bueno...por primera vez en mi vida, me aburro. El aburrimiento es horrible. Creo que hasta podría morirme de eso. Aburrimiento...o la espada de un demonio. No sé qué es peor. Hace rato ya que dejé de buscar en Internet. Cuando creí que encontré algo bueno sobre demonios, resultó ser un crío que se había puesto ese nombre en Internet, en un foro de esos.
De pronto, empiezo a toser. Busco un pañuelo y me tapo la boca...y compruebo que estoy tosiendo sangre. ¿Cómo es posible? La herida del costado también me ha empezado a sangrar. Y me duele la cabeza. Veo borroso...la vista se me nubla...
Oh, Dios. Oh, no. Esto no. ¡Me estoy desmayando! Con mis últimas fuerzas logro coger el móvil y marcar el único número que me sé de memoria.
-¿Dígame?-contesta a mi llamada Ozkora-¿Hola?¿Éthara?
-Ozko...ra...-murmuro. No puedo respirar...
-¡Éthara!-chilla ella, dándose cuenta de que estoy mal.
No puedo más. Ozkora cuelga. Por lo menos tengo a alguien que se ha preocupado por mí. Entonces, entre mi vista borrosa, distingo una sombra y una sonrisa maligna. No puedo evitarlo. Me caigo al suelo y allí es donde pierdo el sentido.


Me despierto en un lugar que no me es familiar, y eso no me gusta. Lo que me sorprende en estos momentos es que sigo viva. Ahora lo único que recuerdo es un espantoso dolor y una sensación de muerte. Pero estoy viva. O al menos eso creo.
Me voy acostumbrando a la oscuridad poco a poco. Intento levantarme, pero noto que algo me agarra a la camilla en la que estoy tumbada. Siento un extraño cosquilleo por debajo de mí...me pregunto qué será. De pronto, una luz se enciende como por arte de magia...y entonces, puedo ver lo que me ata a la camilla.
Serpientes.
Hay miles de serpientes enrolladas entorno a mi cuerpo, deslizándose en la camilla, por el suelo, el cabecero...hay serpientes en toda la habitación. Chillo.
¡Qué asco! Debo decir que es el único animal que odiamos las Valquirias. Y, por si fuera poco, además, es el signo del mal. Muy lógico, ¿no?
Serpientes, muchísimas serpientes, en el suelo, por las paredes...Dios mío. Soy incapaz de soportarlo, así que grito. ¡Estoy asustada!
Y ni siquiera puedo hacer nada.
-Ah, ya te has despertado-dice una voz-. Qué alegría tener a la Valquiria que ha matado a
treinta y tres de los míos.
-¿Quién eres? ¡Muéstrate, cobarde!
Uy. No debería haber dicho eso. Bueno, por lo menos, consigo que salga y así poder verle. Vaya, un demonio. Pues no me sorprende.
-¡Oh, un demonio!-bromeo, sarcástica-No había visto ninguno en mi vida... ¡qué suerte!
-Menos bromitas, Valquiria.
El demonio, de ojos negros y cabello rubio, capucha de cuero, y pantalones marrones, coge una serpiente, y poco a poco, se va acercando a mí. Oh, por el poderoso Odín, qué asco...
-Aparta esa asquerosidad de mí, o...-amenazo.
-O si no, ¿qué? Éthara, querida, mírate…la gran sanguinaria Valquiria, atada a base de serpientes, capturada por demonios tras haber sido envenenada…irónico, ¿verdad?
Un momento… ¿Envenenada? Que yo recuerde, nunca he sido envenenada…
Frunzo el ceño.
-¿Cómo que envenenada? ¡Eso es imposible! Soy inmortal, nada ni nadie puede matarme ni envenenarme, ni siquiera enferm…
De pronto, caigo en una cosa. Tos. Sangre. Aszarok. ¡La Coca -Cola! Aszarok me envenenó. ¡Por eso empecé a toser sangre! Maldito demonio…
-¡Tú!-grito, sin saber controlarme-¡Tú eras la sombra! Por el martillo de Thor, ¡vosotros me envenenasteis! Hijo de serpiente…
El demonio sonríe.
-Darvat, para ti-me interrumpe él.
Empiezan a dolerme los brazos de tenerlos atados y estirados. La herida empieza a sangrarme, y me duele muchísimo. Dejo caer la cabeza para que él no me vea llorar. Darvat, sin embargo, se acerca a mí y me agarra de la barbilla para hacerme alzarla.
-¡Dichosos los ojos!-se mofa de mí-La Salvadora de Odín, llorando medio muerta. Qué espectáculo más fantástico… Ojalá pudiera quedarme para observarlo.
Me suelta, y vuelvo a mi humillante sollozo. Darvart se da la vuelta y desaparece por la puerta:
-Que disfrutes, Valquiria. Diviértete con las serpientes.
Me quedo sola una vez más. No sé por qué, pero siento un extraño vacío…ah, claro, ¡mi espada! La busco. No está. Sin ella me siento insignificante. Pensadlo. Si llevarais toda la vida llevando lo mismo encima, ¿cómo os sentiríais si de repente no lo tuvierais? Así me siento yo ahora. Con un increíble vacío dentro de mí misma, atada, entre serpientes y sangrando a mares, cuando incluso recurrí a un demonio para que me ayudase…he caído. He caído totalmente en la trampa, seguro que Alexander lo acordó todo con Aszarok, con Darvat…y les informó de mis debilidades.
De pronto, oigo algo, como si alguien estuviera manipulando la cerradura. Empiezo a oír golpes; alguien está intentando abrir la puerta de alguna forma. Más y más golpes. Finalmente, la cerradura se rompe, y puedo ver entrar al culpable de mi situación.
Alexander.
Pongo cara de fingido enfado, intentando que vea, o que por lo menos crea que pienso que me ha traicionado.
-¿Encima vienes a comprobar si estoy sufriendo?-le echo en cara-¡Pues no te molestes!
Él parece no comprenderme.
-¿De qué estás hablando? Ah, ya. Piensas que yo te entregué a Darvat y a Gohan, ¿no es cierto? Pues no, bonita. ¡Al contrario! He venido a…digamos que a ``salvarte ´´.
¿Salvarme? ¿Él?
-¿Tú? ¿Cómo que salvarme? ¿Y quién es Gohan?
Alexander desenvaina la espada y se acerca a mí ignorando las serpientes.
-Te envenenaron-explica-. Te capturaron. Ahora, quieren torturarte, matarte…y yo he venido a evitarlo.
-Pues vaya.
Mata solo a las serpientes que me atan a la camilla, sin mirar siquiera a las demás.
-¿Por qué no te dan asco las serpientes?-pregunto, intrigada- ¿Por qué las ignoras como si no estuvieran ahí?
Él, de nuevo, no entiende lo que yo digo.
-¿Serpientes? ¿Qué serpientes?
Abro los ojos como platos.
-Entiendo que a vosotros no os importe, a fin y al cabo son el signo del mal…pero de ahí a no verlas…
-Éthara, ¡aquí no hay serpientes!
Por fin me deshago de las criaturas que aún se agarraban a mis brazos, y consigo levantarme, no sin un leve dolor de cabeza. Sacudo las manos para quitármelas. Pronto me doy cuenta de que me sangran. ¿Seré alérgica?
-¡Pues claro que las hay!
Alexander sacude la cabeza, indicando que no quiere seguir con el tema.
-Da igual-dice finalmente-. Pero salgamos ya de aquí. Hay cosas que debes saber.
-¿Qué cosas?
Él abre la puerta con cuidado, (que ahora está sin pomo) y mira si hay alguien.
-Ssshhhhh….
Al fin sale por la puerta, y me indica con un gesto que le siga.
Cuando por fin estamos en un pasillo grande, con suelo de mármol y paredes grises, le hablo en voz baja.
-¿Por qué no has usado tu espada para abrir la puerta en vez de liarte a dar golpes?
-Porque si hubiera hecho, que por cierto es una completa estupidez, me habrían detectado y ya no habría nadie para sacarte de tu tortura.
Vale, vale, tal vez este demonio sea un poco más listo que yo, o por lo menos tiene un poco más de experiencia, pero ¿cómo iba a saber yo que los demonios eran capaces de detectar eso?


Seguimos andando de puntillas a través del pasillo, que según me cuenta Alexander está en… ¡Asturias! Estoy en Ginebra y de la noche a la mañana me encuentro al norte de España…bueno, mi consuelo es que según me han dicho, es bastante bonita.
Pues este sitio en el que estoy metida, está en Gijón, eso es lo que me explica Alex. (Sí, bueno, ¿qué pasa si le llamo Alex?)
Entonces, empieza a sangrarme de nuevo la herida. ¡Me estoy cansando ya de tanta sangre! ¿Por qué no se curará?
-Oh, genial-dice Alexander en ese momento-. ¡Lo que nos faltaba! Ahora no tardarán en descubrirnos…
Se arranca las dos mangas de la camiseta y las ata en torno a mi cintura, intentando tapar la venda y que por lo menos no deje un rastro de sangre. La verdad es que me da un poco de vergüenza que un demonio haga todo esto por mí…
Alejo esos pensamientos de mi mente rápidamente, ya que la sensación de estar encariñándome con el enemigo mortal de mi especie me resulta…vomitivo.
La verdad es que su rápido ``apaño ´´ no sirve de mucho, pero por lo menos nos libra de un posible disgusto. Limpia con la chaqueta la sangre del suelo, y seguimos nuestro camino de escapada. Los dos guardamos silencio durante un buen rato hasta que me acuerdo de un pequeño detalle.
-Por cierto…-digo, rompiendo el silencio-¿Y mi espada?
Él sonríe, con un gesto que desvela una vez más que piensa lo ingenua que soy.
-¿Y a dónde piensas que vamos? ¡Pues a recuperarla, claro!
Y continuamos andando pegados a la pared, de cuclillas, o incluso arrastrándonos como mismísimas serpientes por el suelo bajo mesas u otros muebles para esquivar la mirada de algún demonio o humano (que también los hay).
La verdad es que el sitio este es bonito, lo disfrutaría más si no tuviera esta herida, que cada vez me debilita más.
No deslizamos por debajo de una última mesa, y conseguimos entrar por una puerta.
Dentro, la habitación es bastante grande. Hay varias vitrinas con espadas demoníacas, angélicas…Valquíricas, incluso. Aunque abundan más las angélicas.
Me pica la curiosidad, así que voy leyendo los nombres de las espadas, Berta, Frida, Natary,...Vaya, no encuentro la mía.
-¿Es esta la tuya?-me sobresalta Alex, que hace ya rato que no me habla.
-¡Ah, sí! ¿Dónde está?
-Aquí, mira.
Me quedo mirando la espada. Qué extraño…Sí, es la mía, pero…pero no es la mía. Suena un poco raro, pero es así. Es mi espada, pero lo que me extraña es que al lado de mi espada hay otra igualita. Y además lleva mi nombre, solo que el apellido no es el mismo. Pero en la espada de al lado hay algo escrito, en la hoja. ``Confía siempre en tu corazón ´´…ay, Dios. No. No puede ser.
No puedo evitarlo. Mis ojos se llenan de lágrimas.


Espero sinceramente que os haya gustado.

*Almalual.

PD:Bueno,me gustaría avisar de algo...y es que este libro lo escribí bastante pequeña,y...vamos,que no es muy largo. Así que si queréis leer algo largo,os cogéis un tocho bueno de esos que me gustan a mí.^^

martes, 25 de agosto de 2009

Capítulo 2,''La décimo tercera Valquiria''

¡Pues aquí el Capítulo 2!^^

Estoy nerviosa.
Sé que no es propio de mí, pero…se trata de salvar a un Dios y rescatar a su hijo, comprendedme. Ozkora se ha puesto muy contenta, y no me extraña, pero la sola idea de poder fracasar me abruma. Son las ocho de la mañana y ya estoy levantada y lista para empezar mi ‘‘misión ’’. Cojo el móvil y busco la tarjeta con el número del demonio. Oh, no. Oh, por el poderoso Odín, ¡no está! La guardé en el pantalón, en el bolsillo izquierdo. Ay, si no la encuentro, adiós información, adiós Odín y adiós, Éthara.
Uff…aquí está. Debajo del escritorio. Seguramente se me cayó anoche. En fin…llamo.
Tarda bastante en responder, y los nervios me atacan.
-Cógelo, cógelo…-murmuro. Por fin, su voz me contesta al otro lado de la línea.
-¿Diga?
-Hola, demonio-le saludo; qué bien, él sabe mi nombre sin que yo se lo dijera y yo todavía llamándole ``demonio ´´.
-Ah, hola, Éthara. Veo que has aceptado mi propuesta…
-Claro, ¿qué otra cosa sino me obligaría a llamar a un demonio?-Bueno, yo también suelo replicar de vez en cuando. Él se ríe. Por lo menos tiene sentido del humor.
-Bueno… ¿a las nueve en la plaza del Ayuntamiento?-me pregunta antes de lo que yo pensaba que lo haría.
-Preferiría a las ocho y media-contesto-. Tengo…cosas que hacer.
-Por supuesto-me dice con sorna-. Una Valquiria joven que va a vivir toda una eternidad tiene muchísimas cosas que hacer y poco tiempo para realizarlas. No te culpo, pero te recuerdo que tanto tú como yo somos inmortales, así que, ¿qué más da a las ocho y media que a las nueve?
¡Qué pesado! Piensa demasiado.
-Oh, ¿tú también?-le pregunto; sé que lo que le voy a decir a continuación no le va a gustar.
Por una vez, parece un poco sorprendido.
-¿Yo también, qué?
-Pues otro demonio perdido, sin nada que hacer. Un demonio que se dedica a aparecer en las casas de las Valquirias con el único fin de ayudarlas y obligarlas a hacer el bien. Un demonio, pues con todo el tiempo del mundo, que se aburre, sin ocupaciones ni quehaceres, solo en esta vida y molestando por molestar. Un demonio que…
-¿A las ocho y media, entonces?-me interrumpe con impaciencia. Lo sabía. Ya he conocido a bastantes demonios así, que los primeros cien años de su vida los pasa averiguando los placeres de matar, de hacer sufrir y de poner en práctica su maldad. Sí, claro, los primeros cien años de un demonio son divertidos. Pero cuando tienes millones y millones de años y tu mayor enemigo se ha extinguido, los humanos te parecen…un puro y mortal aburrimiento. Para los seres como nosotros, el aburrimiento es el peor de los males. ¿Qué a qué me refiero con lo de ``enemigo extinguido ´´? Pues a los ángeles, por supuesto. Se extinguieron, los pobres. Estar en estado material tantísimo tiempo no fue bueno para ellos. Mostrando sus alas, imponentes, muchos humanos se pusieron de acuerdo para matarlos. Para cuando quisieron ser como humanos del montón, ya era demasiado tarde. Eran maravillosos. Cualquier Valquiria daría su vida para ver volar a uno más. Y los demonios…pues igual. Pronto, para los demonios, el problema no serán las espadas de Valquirias que los pueden matar, sino el aburrimiento de millones de años. Casi me dan pena. Casi.
Sonrío. He conseguido lo que quería sacando el tema.
-Sí. Te espero allí.
Me cuelga. Lo de despedirse no es algo muy habitual entre los demonios.
Pero eso a mí me da igual. Mejor. No es agradable estar hablando de salvar a un Dios con un demonio, ¿sabéis?


Pues bueno…salgo de mi querido piso y me encamino a la plaza. Cualquiera me llamaría loca yendo a pie hasta allí desde el puerto, pero, como ya os dije, prefiero ir caminando.
Llego pasados veinticinco minutos, y el demonio todavía no ha llegado. Ahora que lo pienso…tengo que preguntarle su nombre. Igual que Aszarok, lo mismo me echa en cara que ``el demonio tiene nombre ´´. Me siento en un bar que hay cerca y espero.
De pronto, una voz me sobresalta.
-¿Qué le pongo, señorita?
Me giro, y veo a un camarero. Bueno… ¿por qué no? Seré una Valquiria, pero me ha llamado ``señorita ´´. Por abusar un poquito…
-Sí, una Coca-cola, por favor-pido educadamente, sonriéndole.
El camarero lo apunta en su libreta y se va. De vuelta a la espera del demonio.
Pronto, vuelve el camarero con mi bebida.
-Muchas gracias-digo, sirviéndome en un vaso la Coca-cola.
Él me sonríe y se da la vuelta. Le doy un sorbo a mi bebida. Pero, entonces, el camarero se vuelve de nuevo a mirarme.
-Oiga…-me dice, un poco tímido-¿Usted y yo nos hemos visto alguna vez?
Intento recordar. A ver…Tiene ojos azules…cabello rubio….no, no me suena. Si le hubiera visto alguna vez, seguro que me acordaría de esos impresionantes ojazos.
-No, lo siento-respondo-. Me confundirá con otra persona.
-¿Estás…segura?
De repente, su rostro se transforma. Sus ojos se vuelven verdes, y su cabello, completamente negro. Su nariz se achata y su boca se alarga en una maléfica sonrisa.
Oh, no. He caído en la trampa. De pronto, el nuevo rostro del camarero me sorprende. Parpadeo, perpleja.
Es Askarok.
Siento miedo. Confusión. Y, sobre todo, un sentimiento de vergüenza horrible. Es humillante. ¿Cómo he podido dejarme engañar? El mismo demonio al que acorralé ayer me acorrala hoy a mí. Me maldigo a mí misma por no traer mi queridísima espada. Intento levantarme, pero entonces él desenvaina la espada y me arrincona contra la silla. Alza su espada demoníaca y ya sólo puedo esperar.
Cierro los ojos, y rezo para que la muerte me llegue rápida e indolora. La espada me roza el costado y quema mi piel dolorosamente. Duele. Chillo sin poder evitarlo. Entonces, ocurre algo inesperado. Una segunda espada se interpone entre Aszarok y yo y detiene su espada. Aszarok pone una cara de fastidio, y entonces es cuando siento ese calor que caracteriza a los demonios y su brillo rojizo en los ojos. Está furioso, y se nota. Mi salvador lo empuja y ambos empiezan un combate. Se mueven a la velocidad de un rayo, y apenas consigo distinguirles. Entonces, para mi asombro, descubro que el que me ha salvado es un demonio. Dos demonios, luchando por mi muerte o por mi vida. Es abrumador.
Uno de ellos consigue apuñalar al otro, y se me encoge el estómago de angustia. Como son demonios, no puedo distinguirlos, ya que ambos poseen las mismas rarezas. El triunfador se vuelve para mirarme.
-¿Estás bien?-me pregunta… ¡Por el martillo de Thor, es…! Bueno, es el demonio que…me ha salvado. Al que llamé esta mañana. Sin duda. Es él. Precisamente el demonio con el que me ``peleé ´´ esta misma mañana por teléfono me acaba de salvar la vida. Me llevo las manos a la herida, porque aún así, es lo único que podía matarme, y no se cura tan fácilmente. No es muy grave, es superficial, así que sólo tendré que vendármela. Le miro, desconcertada. Todavía no me creo que un demonio me haya salvado la vida, cuando yo misma he matado a docenas de ellos.
-¿Te ha hecho daño?-me vuelve a preguntar. No soy capaz de articular palabra, así que retiro mis manos y dejo que él mismo lo juzgue. Se rasca la barbilla.
-No es grave, pero…claro, era lo único que podía matarte-murmura para sí-. No es grave. Te la vendas y en dos semanas estás curada. Pero no podrás hacer gran cosa…en fin, tendré que hacer de niñera. Precisamente de una Valquiria.
Entonces, reacciono. Ni hablar. ¿Cuidarme, un demonio? ¡Por encima de mi cadáver!
-¡Ni soñarlo!-exclamo. Me duele, pero aun así me levanto-Sé cuidarme yo solita, así que no necesito que un demonio del tres al cuarto me cuide.
Él se encoge de hombros.
-Me da lo mismo. Podrás cuidarte, pero no sé cómo te vas a defender con una herida en el costado.
Dudo. No sé qué hacer. Por un lado, tiene razón, pero…por otro lado, no necesito que me ayude ni me cuide… ¿o sí?
No. Jamás. Nunca. Antes, que me claven mil agujas en los ojos.
-Me ayudarás, tal y como dijiste-digo muy lentamente; me cuesta hablar, y respirar-. Pero la herida me la curaré yo. He tenido cosas peores. Y además, no me ha tocado ningún órgano vital, así que no hay problema.
El demonio se me queda mirando. No soporto que me miren así. Me revuelvo, incómoda. Él parece volver a la realidad, y reacciona.
-Está bien-dice finalmente-. Supongo que no había otro remedio.
No, no lo había. Pienso, enfurruñada.

Nos vamos de vuelta a mi piso. Al principio me resistí en volver, pero entonces me di cuenta de que la herida se abría con más velocidad de lo que pensaba. Todavía me está sangrando.
-¡Ay!-chillo cuando el demonio este me echa un líquido que no sé qué es.
-Estate quieta-refunfuña él.
-¿Cómo me voy a estar quieta con eso que me estás echando? ¡Au!
Aguanto un último grito y espero mientras él va a por vendas. Respiro hondo, mientras el dolor se va calmando poco a poco.
Él vuelve. Durante los cinco minutos que tarda en vendarme, permanezco en silencio, hasta que una pregunta que me atormentaba desde hace días vuelve a mi mente.
-Por cierto…-digo-¿Cómo te llamas?
El demonio ni se gira para mirarme.
-Alexander-me responde. Pongo cara de desconcierto. Demasiado sencillo para un demonio.
-Oh, venga ya-contesto-. Yo me esperaba algo más…complicado.
-Ese es el problema de las Valquirias. En un mundo de humanos, hay que tener nombre humano. Y no os preocupáis ni lo más mínimo de que cualquier día os pueden descubrir.
Sigo sin entenderlo. ¿Para qué un nombre humano si ninguno se digna a mirarte?
Alexander lanza un suspiro exasperado.
-A ver, ¿recuerdas al demonio que te atacó esta mañana?
-¿Quién, Aszarok?- Todavía me acuerdo de él. No entiendo por qué volvió, pero no es algo de lo que me tengo que preocupar ahora.
-Ese mismo. ¿Crees que podría ir diciendo por ahí que se llama Aszarok y que es un demonio al que lo único que le importa es ver sangre de Valquiria en el filo de su espada?
Menuda pregunta. Creo que ya lo voy pillando. Los humanos-no entiendo por qué- nunca han mostrado gran interés por nuestras espadas, ni siquiera las miran. A pesar de todas las leyendas, historias y cuentos, cuando pueden ver una espada demoníaca de verdad, ni se dan cuenta de que está ahí hasta que la sienten contra su propio corazón, apuñalando su cuerpo. Siento un debido respeto por ellos, la verdad, pero, si os soy sincera, son un poco… ¿Cómo decirlo? Tal vez, insignificantes. O, tal vez, simplemente, despistados.
-Ah, claro-contesto, pensativa-. Creo que ya lo entiendo. Nos miren o no, cualquier ser de nuestra raza, demonio o Valquiria, necesita una identidad para pasar desapercibido en este mundo de humanos.
-Exacto.
Alexander se levanta, dando por terminado el trabajo de vendarme. La verdad es que, con la charla, se me ha ido pasando el dolor y se ha convertido en una especie de molestia sin importancia. Jamás imaginaría que fuera a tener a un demonio curandero en mi propio piso, el cual, además, me ha salvado la vida.
-Pues esto ya está-celebra, triunfante.
Nos quedamos en silencio. Se me hace incómodo, porque de nuevo se me ha quedado mirando de esa manera tan pensativa. Sin poder evitarlo, bajo la cabeza tímidamente.
-Jamás pensé que diría esto, pero-digo lentamente-… gracias por salvarme la vida.
Pero él sacude la cabeza.
-En realidad no te he salvado ni nada por el estilo-me aclara. Supongo que tendré que acostumbrarme: decir ``de nada ´´ o despedirse por teléfono no es algo que les pegue a los demonios-. Piénsalo. Si tú mueres, no habrá esperanzas para Odín ni para su hijo, y si Odín muere, todas las Valquirias moriréis con él. Y… ¿sabes qué será de los demonios? Moriremos. Suficiente hemos tenido ya con la extinción de los ángeles. Demasiado aburrimiento. Y además… sería todo culpa mía, y no estoy dispuesto a que millones de demonios moribundos por el aburrimiento me torturen. Así que, antes de salvarte a ti, me he salvado el pellejo a mí mismo.

Me he quedado perpleja. ¡Pues sí que sabe replicar bien este demonio! Debería haberme pensado mejor lo de darle las gracias. Bueno, ya lo sé para otra ocasión.
-Tienes razón-no tengo ganas de discutir, estoy cansada y herida, así que me limito a seguirle la corriente. Me pongo de pie a duras penas.
-Entonces… ¿a qué esperamos?-no tengo fuerzas para nada, pero aún así quiero ponerme en marcha cuanto antes.
Él me mira desconcertado.
-Esperar a que te cures, desde luego-me responde-. Con eso en el costado eres totalmente inútil.
Menuda educación. Me repito a mí misma que es un demonio.
-Pues vaya.
Nuevo silencio. Pienso qué podríamos hacer. Tiene toda la razón del mundo, la verdad; una herida de espada demoníaca era lo único que me faltaba.
-Entonces, ¿qué hacemos?-pregunto.
-Pues tú en tu casa y yo en la mía-me responde. Me quedo atónita. Parpadeo, perpleja.
-¿¡Qué!?-chillo-¡Te crees tú que voy a hacer lo que tú digas! Me he hecho esto por tu culpa, si no me hubieras obligado a ir desde el puerto hasta la plaza no me habría atacado ese estúpido de Aszarok. Así que no me digas eso de ``tú en tu casa y yo en la mía ´´, porque ya me estoy poniendo de los nerv…eh, ¿adónde vas?

Alexander sale de la habitación tapándose los oídos.
-A donde no estés tú dando chillidos-me espeta con descaro-. No estoy dispuesto a aguantar a una Valquiria herida pegando gritos. Me largo.
-¿Qué?-repito-Tú no te vas de aquí hasta que yo lo diga.
Intento salir corriendo detrás de él, pero me cuesta tanto que él se va. Me quedo sola en mi piso. Suspiro. Por la mano cortada de Thor, no me puedo creer que se haya marchado así, sin más. Qué se le va a hacer… al fin y al cabo, es un demonio.

Vuelvo a mi habitación. Me tumbo en mi cama y espero a que el sueño me haga milagros y pueda dormir.


Me despierto más tarde con el sonido del móvil. Con un soberano esfuerzo consigo incorporarme, y lo cojo. Soporto como puedo el dolor y descuelgo.
-¿Diga...?
-¡Éthara!-grita Ozkora al otro lado de la línea.
-Así me suelen llamar, sí-bromeo-. ¿Qué te ocurre?
Ella suspira.
-Menos mal que estás bien-suspira, aliviada-. He oído rumores de que te habían atacado, y...
-Pues no se equivocó el que te lo contó- contesto-. Quedé con alguien que podía ayudarnos con lo de Odín, y un demonio me tendió una trampa. Tengo una herida, pero no es grave...
-¿¡Cómo que no es grave!?-estalla mi amiga y superiora-Éthara, ¡podrían haberte matado! ¿Sabes lo que hubiera pasado si...?
-Sí, vale, Ozkora-la interrumpo-, ya me conozco el royo de `` ¡Era lo único que podía
matarte!´´. Sé cuidarme yo solita, ¿vale? Además, ya te he dicho que no es grave, de aquí a una semana o así la herida habrá sanado, y yo podré volver a la investigación, y encontraré la forma de salvar a Odín y matar al secuestrador de Thor. Confía en mí. Sabes que no me voy a rendir por un arañazo de nada. Ya te llamaré.
-Está bien...pero cuídate.
-No hay problema-sonrío.

Cuelgo.

Me quedo pensativa sin saber qué hacer. Es la primera vez en cien años que me hacen esto. Me limito a levantarme como puedo y ando hasta el ordenador. Algo de información sacaré... ¿no? Bueno, por lo menos lo intento. Y, aunque ahora mismo lo que necesito es reposo, no se me quita del cuerpo una extraña sensación de inquietud.
Busco ``demonios poderosos ’’ (sí, vale, no es muy ingenioso, pero algo tenía que poner).
Así que en mi primera tarde desperdiciada me limito a navegar por Internet.


Espero sinceramente que os haya gustado.

*Almalual.

lunes, 24 de agosto de 2009

Prólogo y 1er Capítulo:''La décimo tercera Valquiria''

Desde hoy iré publicando los capítulos de uno de mis libros, titulado ''La décimo tercera Valquiria''.Hoy,prólogo y primer capítulo.


PRÓLOGO

Escudriño la noche en busca de mi objetivo. Sigilosa, camino entre la espesura mientras mis ojos se acostumbran a la oscuridad, la cual me envuelve en la noche.
Mis pupilas se dilatan; algo me dice que lo que he estado buscando tanto tiempo no está muy lejos. Mis labios se alargan en una sonrisa de triunfo. Lo oigo moverse entre la maraña. Doy un paso más, acercándome más a él. Llevo mi mano a mi espada…
Y salto de entre la hierba para abalanzarme sobre él. Grita, desconcertado. Ah, no, pero no lo dejaré escapar. Se cree este que soy fácil. Me habla en su idioma, que tampoco es desconocido para mí.
-¡Maldita Éthara!-chilló el íncubo. Se retuerce, intentando escapar de mi espada y mis brazos, que lo agarran.
-¡Cállate, o te juro que te atravieso con mi espada!-le grito; empiezo a estar harta de su inquietud.
Él me enseña los colmillos ferozmente, pero deja de moverse.
-Pues todo lo que sé morirá conmigo-puntualiza. Es cierto, la verdad es que lo necesito vivo…todavía. Se cree muy listo este íncubo. Os preguntaréis qué es un íncubo. Es una especie de demonio que se introduce en los sueños de las mujeres, y allí las seduce, se gana su confianza hasta llegar a su única meta: su alma. Llevo buscando a este diablillo desde hace dos meses, y lo he encontrado justo con las manos en la masa: enfrente de este pequeño bosquecillo está la casa de una mujer, Helen Píccolo, procedente de Italia, pero que se mudó aquí, a Ginebra, al oeste de Suiza. Y este molesto demonio iba directo a su casa. Ya os imaginaréis lo que quería hacer.
-No he dicho por dónde te iba a atravesar-amenazo, sonriendo enigmáticamente-. Crees que soy fácil ¿eh? Pues, siento decirte, estúpido demonio, que no te gustaría quedarte sin brazos.
El íncubo calla de mala gana.
-Así me gusta- sonrío-. Y ahora, levántate. Y quietecito, no vaya a ser que me ponga de los nervios y que ya no tengas piernas con las que huir de mí.
Obedece. Por primera vez en dos meses, cojo las riendas de la situación. Lo he seguido desde la mismísima Italia que fue donde intentó asaltarla por la noche la última vez.
Y ya me he hartado. Cuando se levanta, le planto lo único que puede matarlo: mi espada, hecha de un material muy difícil de conseguir entre los de mi especie, pero mi caso es…digamos ``especial ´´. Pero no estamos hablando de mí. La punta de mi espada le roza el cuello, y el íncubo tuerce la cara en un gesto de dolor. Sonrío.
-Y ahora, dime, íncubo…
-El íncubo tiene nombre ¿sabes?-me interrumpe con sequedad. Sin embargo, mi sonrisa se hace más amplia.
-Bueno, pues... ¿cómo te llamas?
La verdad es que nunca me había interesado el nombre de mis enemigos, y menos cuando se trata de íncubos.
-Aszarok-me responde.
-Muy bien, Aszarok. Helen Píccolo no es que sea una chica muy sorprendente, la verdad es que pensé que los íncubos elegíais a mujeres…ricas, o algo así. Así que no creo que hayas elegido a esa pobre chiquilla sin razón. Dime, ¿qué es exactamente lo que quieres de ella…aparte de su alma?
Él pone los ojos en blanco.
-Oh, vamos-me responde-. Si tú pensabas que los íncubos elegíamos mujeres de más interés, yo también pensé que las Valquirias erais más listas.
Así es. Este maldito íncubo ha dado en el clavo: soy una Valquiria. Pero mi historia vendrá más tarde.
Hundo la punta de mi espada en el pecho de Aszarok, sin llegar a tocar su corazón (como ya sabéis, todavía lo necesito vivo). Éste grita, henchido de dolor.
-No estamos hablando de mí. Y no conozco a esa Helen, así que ya estás cantando antes de que te rebane los sesos con mi espada.
Aszarok se aguanta el dolor y la agonía y sus labios forman una sonrisa cansada.
-¿Crees que te voy a decir eso, sin nada a cambio? ¿Así, sin más?-se ríe- Oh, venga. Soy un demonio. Si tú no eres fácil, yo no soy desinteresado.
Me temo que yo ya cuento con lo que él quiere.
-Lo sé-asiento-. Lo tuve en cuenta.
Saco una segunda espada de su vaina, la cual hace que Aszarok pegue un respingo, ya que no la había visto debido a que la tengo detrás de mi espalda, bien sujeta.
-Mi espada…-murmura Aszarok. En efecto, es su espada. Se la quité la última vez que lo pillé con las manos en la masa, en Italia, pero desgraciadamente se me escapó esa noche. Pero no volverá a pasar.
Aszarok alza la cabeza y la mueve para quitarse un mechón de la cara. No os creáis que es el típico demonio de cuernos en la frente, patas de cabra y una capa. Qué va.
Este en particular tiene el pelo negro, ojos marrones y facciones delicadas. Viste con camiseta negra y pantalones largos negros. Lleva zapatillas de deporte y una sudadera marrón de cuero. Y, sin embargo, a pesar de su aspecto humano, hay un brillo rojizo en sus ojos y un aura oscura que lo delata…cosa que solo yo puedo ver.
-¿Qué te hace pensar que no te mataré con ella en cuanto la tenga en mis manos?-me echa en cara.
-Porque mi espada tiene algo que tu espada no tiene, y lo sabes. Y porque puedo matarte en menos de dos segundos…y porque hay personas muuuuuy importantes que te quieren muerto, personas que han hablado conmigo y que me tienen prometidas muchas cosas que me interesan. Así que…si quieres tu preciada espada dime lo que sabes…y lo que yo quiero saber.
Aszarok acaba por hacer lo que le digo. Bien. Vamos por buen camino…
-Tiene contacto con personas de sumo interés para mi señor. Pensaba ganarme su alma para que me diese información.
-¿Qué personas?-pregunto, interesada.
Él se encoge de hombros.
-Personas-repite.
Vaya, con lo bien que íbamos. En fin…qué se le va a hacer. Pongo los ojos en blanco.
-Oh, por favor. Toma tu espada y vete, desaparece de mi vista.
Él sonríe. De pronto, desaparece, así, sin más. Me quedo sola, en la oscuridad. Siento una voz en mi mente.
<<¿Lo has capturado?>>
<>.
<>.
<>.

Así que allí me dirijo…espero que todo vaya bien…



I



Voy en taxi al Jardín Anglais; sí, ya lo sé, un taxi es un poco raro para una Valquiria. Pero digo en mi defensa que las Valquirias no somos las típicas doncellas guerreras del Dios Odín que van en caballo seleccionando a los guerreros que deben morir en el campo de batalla y van curando a los heridos. Eso era antes. Las cosas han cambiado. Antes eran otros tiempos. Sí que somos enviadas del Dios Odín, por supuesto. Pero las pocas Valquirias que quedamos somos las encargadas de eliminar a los demonios, diablos e íncubos. Yo me acabo de citar con mi superiora, Ozkora, una antigua Valquiria que se unió conmigo para exterminar a los demonios.
Todavía no os he dicho cómo y quien soy.
Pues, bueno…a las Valquirias se las nombran como hermosas guerreras…a mi no me ha tocado de herencia por parte de Odín precisamente la belleza, la verdad. Mi pelo es negro, largo y con mechas rojas (las mechas son de nacimiento, creo que son por parte de mi madre). Me llega hasta la cintura. Mis ojos son verdes esmeralda. Soy de estatura media, no muy alta. Y, como ya dijo Aszarok, me llamo Éthara…igual que mi madre. Perdí a mi madre a mis cincuenta y siete años (lo creáis o no, yo era joven). Ella murió abatida por un demonio, según tengo entendido. Mi padre me cuidó, él era un mortal, y murió teniendo yo los setenta, doce años después. Heredé el corage de mi madre, y la valentía de mi padre, y con esas dos cosas me las arreglé sola. Además conseguí contacto con Ozkora, mi superiora, que era amiga de mis padres, y ella me facilitó un poco las cosas.
Suelo ir vestida con una camiseta roja, unos pantalones piratas negros y un cinturón dorado. Para ir más cómoda, calzo zapatillas de deporte, ya que viajo mucho, y no es que me gusten mucho los medios de transporte actuales. Prefiero ir a patita, que es más sano, y más propio de una Valquiria, ¿no creéis?



Bueno, pues…aquí estoy. El Jardín Anglais. Es bonito, aunque he visto cosas mejores. Hay un pequeño espacio con hierba y plantas diferentes que forman un reloj, con flores rodeándole. Cerca hay una enorme fuente, junto a la que veo a mi compañera…perdón; mi superiora. Solemos llamarnos como ``compañeras ´´, pero las cosas son como son.
Es superior a mí, aunque eso no me afecta. Camino hasta ella; está sentada al borde de la fuente. Es rubia con mechas castañas, pelo corto. Lleva una blusa blanca que se ajusta con un lazo a la espalda de color marrón. Viste unos legins hasta las rodillas, también marrones. Ojos castaños y nariz chata, como yo. Lleva unas manoletinas marrones. Os habréis fijado en que es mucho más elegante que yo, y además prefiere la vida cómoda entre humanos, viviendo en hoteles de cinco estrellas y viajando en avión de primera clase. Lo dicho, muy pero que muy elegante. Pero no le envidio nada, no os creáis.
Me sonríe.
-Hola de nuevo, Éthara- me saluda.
Le devuelvo la sonrisa.
-Buenas tardes, Ozkora.
-¿Qué le has hecho a ese molesto demonio?-me pregunta, yendo directamente al grano.
-Lo mismo que él me ha hecho a mí-refunfuño-¡Molestar! He seguido y perseguido a ese dichoso demonio durante dos meses. Y todo para una misteriosa respuesta.
Ella sonríe. Tiene mejor humor que yo.
-Dos meses no son nada cuando tienes toda la eternidad por delante-puntualiza. Otro detalle que me he saltado: soy…somos inmortales. Pero prefiero no deciros mi edad.
-Si, tienes razón. De todas formas, ha costado lo suyo conseguir atraparlo. Otros se han resistido menos, la verdad.
-Venga, mal genio-me dice, invitándome con un gesto a que me siento a su lado. Yo hago caso, y me siento al borde de la fuente con ella-. Cuéntame qué te ha dicho ese demonio malo-bromea.
Al sentarme, le miro a sus preciosos ojos castaños, brillantes.
-Pues no ha sido muy claro, y me pone de los nervios no saber nada de la tal Helen. Cuando le he preguntado por qué iba tras los pasos de la italiana a cambio de sus espada, me respondió que ''tenía contactos con personas de interés para su señor ''.
-¿Qué personas?-me pregunta Ozkora, interesada.
-No me lo ha querido decir.
Ozkora medita, buscando respuesta a la pregunta que las dos nos hacemos: ¿Qué personas podrían tener contacto con una simple humana?
Al final, acaba por desistir.
-En fin…por lo menos sabemos algo. Has sabido hacer lo que te pedí, Éthara…una vez más. Nunca dejaré de sentirme orgullosa de mi aliada-me felicita.
-Dirás de tu sirvienta-bromeo. Sé que le molesta que me llame a mí misma su ``sirvienta ´´. Me ha cogido cariño.
Ella arruga la nariz con un mohín de niña pequeña.
-Ay, no digas eso. Sabes que no me gusta. Además-me dice- tú no eres mi sirvienta.
-Vale, pero no te enfades. Bueno, ¿qué es lo próximo que tengo que hacer?
Ella se encoge de hombros.
-Tú sabrás. Es tu vida, no la mía.
Enarco una ceja. Ella se echa a reír.
-De momento-responde, desternillándose de risa en toda mi cara-, no hay señal de ningún demonio cerca. Vete a tu casa y relájate; ya has hecho bastante.
-Sabes que no me gusta estar inactiva-refunfuño, con un nuevo mohín -. Me aburro en este mundo de humanos.
Ella me sonríe.
-Lo sé. Lo tuve en cuenta. Así que ¿por qué no te vas a tu piso en el Ródano y buscas información sobre un demonio? Aunque ya sabes que últimamente han estado desapareciendo bastantes Valquirias.
La verdad es que ese tema me tiene muy preocupada; En las últimas semanas han estado desapareciendo muchas de nosotras, yo podría ser la siguiente y eso no me hace nada de gracia. Frunzo en ceño.
-Sí, lo sé…¿Otro íncubo?-pregunto, con curiosidad. Antes de empezar la búsqueda, tengo que saber de quién se trata. De todas formas intentaré averiguar el por qué de las desapariciones.
Pero ella niega con la cabeza.
-No exactamente. Es algo que nunca has hecho, pero confío en ti y sé que podrás con ello. Esta vez tendrás que averiguar algo…muy importante. Es sobre nuestro señor Odín.
Abro los ojos como platos.
-¿Qué le pasa al señor Odín?-pregunto, alarmada. No puedo evitar pensar en algo, y mi rostro se vuelve sombrío y amenazador-No le habrá hecho algo ese maldito Lucifer, ¿no?
Pero Ozkora niega de nuevo con la cabeza.
-No, no tiene nada que ver con Lucifer. Pero alguien ha raptado a su hijo, Thor, y, créeme, es difícil raptar al hijo de un Dios.
-Entonces… ¿Por qué yo? ¿Por qué no lo investiga Odín?
El rostro de Ozkora se vuelve serio y una sombra de dolor cruza sus ojos.
-Porque Odín…Odín está enfermo, Éthara. Recibí la noticia esta mañana, me lo dijo Rastrof, y ya sabes que todo de lo que se entera es cierto.
La noticia cae sobre mí como una losa. Odín… ¿Cómo era posible que un Dios tan poderoso como él enfermara, así como así?
Ozkora parece saber lo que pienso, porque me responde:
-Es un virus letal que parece haber sido inventado por un gran demonio muy poderoso; no se sabe quién, pero no es Lucifer, te lo aseguro. Ni él sabe qué demonio es culpable. Ahora, Frigg le cuida, intentando sanar el virus…pero, como ya te dije antes, es letal, y si Odín consigue salir de esta,…no lo olvidará ni perdonará jamás al que le hace sentirse así...enfermo. Y te lo encargo a ti porque la mismísima Frigg habló con mi superiora, Dionne y le pidió que me dijera que fueras tú la que lo buscaras.

Mis ojos se abren todavía más. No me lo puedo creer. La misma Frigg, esposa de Odín, mi gran señor, quiere que yo, una Valquiria menor, investigue algo tan importante como la enfermedad de un gran Dios…Demasiada información para mí.
Si pensáis que las Valquirias somos muy apaciguadas, muy tranquilas y toda esa historia, os lo han contado mal, porque tanto yo como las demás Valquirias nos impresionamos, como los humanos. Podemos experimentar todos los sentimientos, ya que somos seres racionales. He aquí el por qué de mi asombro. Además…cualquier Valquiria se impresionaría al saber que a su Dios le han…enfermado, envenenado o lo que le hayan hecho.
-Pero, si yo no…yo solo…-tartamudeo. Trago saliva y respiro hondo-Si yo solo soy una Valquiria menor.
-¿Una Valquiria menor? Estás de broma, ¿no? ¿Qué Valquiria menor mataría treinta y tres íncubos en tan solo un mes, Éthara?-me hace notar. Cierto. Derroté a treinta y tres íncubos en un mes…pero no eran muy poderosos, así que tampoco tengo tanto mérito. Ozkora exagera demasiado. Ella sacude la cabeza- Éthara, tienes que ir aceptando que eres más de lo que tú crees. No eres una simple Valquiria menor, como tú dices. Vale que soy ``superior ´´ a ti y todo eso, pero, aunque sea un poco más poderosa que tú, no cabe duda en que puedes con cualquier cosa.
-Entonces, si tú eres superior, ¿por qué no vas tú a buscar al culpable?- pregunto-No niego que me interesa, la verdad, investigar algo tan importante es algo que me gustaría mucho, pero también es demasiada responsabilidad. Tú puedes ir perfectamente y…
-¿Y tú no?-me interrumpe Ozkora, que ya teme que deniegue la ‘invitación ’.
Dudo. Es verdad que me encantaría ir, pero…es mejor que lo haga ella.
-Pero, Ozkora…Yo no…compréndelo, no estoy acostumbrada. Llevo media vida luchando contra íncubos y demonios menores, y no sé si estoy preparada para conllevar tanta responsabilidad.
Ella me mira. Me dirige una mirada dubitativa. De verdad, no creáis que no me gusta la idea, de hecho ya estaba un poco harta de tanto demonio menor, pero…No va conmigo eso de intentar salvar a un Dios.
-Está bien…-suspira Ozkora-Hablaré con Dionne para que informe a Frigg. Pero, si cambias de opinión, ya sabes donde encontrarme.
-Gracia, Ozkora. Bueno…yo me voy ya.
-Adiós.

Ambas nos fuimos del parque. El sol ya comienza a esconderse por el horizonte, y casi toda la gente se ha marchado ya a sus casas. Todavía hay alguna que otra pareja que pasea tranquilamente por los alrededores, o alguna madre que sale por la puerta del parque con su bebé en el cochecito. Ni un solo ruido. Y empieza a hacer frío. El viento agita las ramas de los sauces llorones. Salgo de aquí y me dirijo hacia mi pequeño piso, cerca del río Ródano. Busco el número veintiuno (el número de mi piso, claro), saco las llaves y entro. Como es un segundo piso no cojo el ascensor. Entro.
La verdad es que no es muy grande, lo justo para una sola persona. Oigo a mi canario cantar cuando entro.
La entrada es un pequeño pasillo que conduce al salón. Éste se compone de un sofá, una televisión (cuando tienes toda la eternidad, una se aburre) y una mesa rectangular. A la izquierda hay una entrada con forma de arco. A la derecha del arco está mi habitación, y a la izquierda un baño. Creedme, mi piso parece más bien un invernadero. Tengo el piso lleno de plantas. Al fondo del salón hay una terraza. Entro en mi habitación. En ella tengo prácticamente lo necesario: un escritorio con ordenador, una cama y un armario. Al lado de la cama está mi mesita de noche, en la que tengo el móvil (vivo muy adaptada a las tecnologías humanas aunque no me gustan mucho, pero son necesarias) y un despertador. Al fondo de la estancia hay una ventana que da al río y a un puerto. Miro la hora en mi móvil: las diez menos cuarto…y tengo bastante sueño. Cierro la puerta, y solo entonces noté un cierto brillo rojizo en la habitación, y…no creo que este calor en pleno otoño sea normal. Me vuelvo y allí lo veo: pelo castaño oscuro, ojos azules pero con un resplandor rojizo, bastante siniestro. Lleva pantalones vaqueros y el pelo revuelto. Viste también una camiseta azul marino…y a su espalda, bien sujeta, se encuentra una espada demoníaca. Inconfundible:

Un demonio.
Ambos nos miramos. Tengo que añadir que, desde que los ángeles se extinguieron, nuestras razas son rivales desde hace siglos.
-¿Qué haces aquí?-pregunto, aunque es evidente que quiere matarme. Por eso me sorprende su respuesta:
-Ayudarte.
Frunzo el ceño. Es imposible que un demonio quiera ayudarme…¿ayudarme a qué?
-¿Qué?-genial; un demonio tiene intenciones de ayudarme (sea para lo que sea) y a mi solo se me ocurre decir eso.
Él sonríe.
-¿No habrás pensado en negarte a salvar al Odín ese, verdad?
-Eso no es asunto tuyo…un momento, ¿has sido tú el que le ha envenenado?-una sospecha cruza mi mente, aunque se ve perfectamente que este demonio no es muy poderoso. Yo podría matarlo con mi espada en un abrir y cerrar de ojos, y no creo que él no lo sepa.
-No he tenido el placer, me temo-me responde descaradamente.
¡Manuda cara! Un consejo: nunca vayas al piso de una Valquiria solo para hablar tan mal de su Dios.
Enarco una ceja.
-¿Ah, si? Pues qué pena, porque tú hubieras sido más fácil de matar. Además, ¿a ti qué te importa que una Valquiria u otra intente salvar a su Dios, el cual está enfermo? Mejor para ti, ¿no?
-Qué mal genio, pensé que...
-Pensabas mal.

Él se queda pensativo, mirándome. Me pongo nerviosa. Normalmente no estoy muy acostumbrada a que un demonio se quede mirándome como si se estuviera pensando matarme o no.
-Mira, no he venido a MI piso para que un demonio entre en MI dormitorio y se me quede mirando. Dime qué quieres y márchate.
Para asombro mío, el demonio suelta increíbles carcajadas.
-Ah, ¿te hace gracia?-Me estoy empezando a hartar de su arrogancia y su poco respeto.
-No-me responde él-. Pero de algún modo tenía que hacerte callar. Verás...-se pone serio de pronto.¡Por fin algo de seriedad!-Me he enterado que tú estás a cargo de descubrir quién es el culpable del envenenamiento de Odín. Y ¿quién mejor para investigar el ``crimen ´´ de un demonio que un demonio?
Cada vez me voy liando más. Comprendo lo que quiere decir, sé que su planteamiento es cierto, algo sencillo pero útil...pero no sé cuales son sus intenciones.
-¿Y para qué querrías tú ayudarme, si se puede saberse?
Él se encoge de hombros.
-Tú dirás. Puedes pensar que intento engañarte y matarte, o puedes pensar que simplemente quiero ayudar a una Valquiria.
-Eso es precisamente lo que no cuadra. Nuestras especies están enfrentadas desde hace siglos. ¿Por qué ahora un demonio querría...?
-Mira-me interrumpe con impaciencia-, tengo prisa. Así que, si quieres, me llamas y me pides ayuda, y si no, pues nada. Pero que conste que me da igual que ese Dios se muera. Adiós, Éthara.
Escribe algo en un papel y lo deja encima de mi mesita de noche. Después, simplemente, desaparece.
Dudo.
Pero no soy de las que se quedan pensando en lo mismo y le dan vueltas a la cabeza sobre un mismo asunto, así que...
Cojo el móvil. Busco el número de Ozkora en la agenda y lo marco. Su voz me responde al otro lado de la línea.
-¿Diga?¿Quién es?
-¿Ozkora? Soy yo, Éthara. Llamaba para decirte que…acepto lo de Odín.
Sentí la alegría de mi compañera en sus balbuceos.
-Eso...eso es...¡Eso es maravilloso!-estalla de emoción-¡Sabía que no me fallarías! Gracias, Éthara.
-De nada-respondo un poco sorprendida-. Pero voy a tener que tomar medidas un poco...drásticas.
-No importa. Haz lo que sea; sé que hagas lo que hagas, te saldrá bien. ¡Adiós!

Cuelgo.
Bueno...pues ya está hecho. Entonces, caigo en una cosa. No le dije mi nombre al demonio.


Espero sinceramente que os haya gustado.

*Almalual.

Hola a todos.

Hola.
''Mi Valhalla'' es un lugar que estaba deseando crear. Aunque no tengo ni idea de a lo que me puede llevar. Quiero expresarme,crear,y si,de paso,conozco a otros escritores o críticos,o solo amigos, siempre se saldrá enriquecido. Espero que disfruteis leyendo este blog tanto como yo voy a disfrutar escribiéndolo.